Caminaba yo en mi paseo por una calle ligeramente cuesta arriba, con muchas piedras con sólido pavimento firme en su suelo aunque irregular en la pisada.
Bajando en dirección opuesta a mí, venía una madre con su bebé en el coche de niños que daba tumbos sobre las piedras, con lo que el bebé lloraba a gritos y su mamá se quejaba en su nombre: «Las piedras son malas y le sacuden a mi niño. ¡Malas, malas! Ya verás cómo las castigamos cuando nos escapemos de ellas». Y empujaba el cochecito dando traspiés con su mal humor y sus brazos rígidos. El niño seguía llorando.
Seguí andando, y otra madre con otro bebé en su coche bajaba por la misma cuesta dando los mismos tumbos sobre el mismo irregular pavimento. Pero la madre le cantaba al niño con alegre ritmo, y el bebé iba pegando saltos en el cochecito, riendo y cantando a tono con los tumbos: «Bumpati bum, bumpati bum…», y su madre reía con él y los dos disfrutaban.
Pensé para mis adentros. Las piedras son las mismas, y un bebé llora y el otro canta al pasar por ellas.
Las cosas son las mismas, y unos las toman bien y otros mal. Una madre canta, y la otra protesta. ES LO QUE HACEMOS EN LA VIDA.
Tal como dice Antoine de Saint-Exupéry, el autor de «El principito», «El hombre solamente se descubre a sí mismo cuando se mide contra un obstáculo».
Nuestra naturaleza como seres humanos hace que solo nos movamos cuando es necesario. Mientras todo va bien, disfrutamos de la tranquilidad de nuestras vidas. Pero no debemos olvidar que estos periodos son de descanso. Ya que cuando, indefectiblemente, aparece un obstáculo, debemos movernos, avanzar y aprender. La lección está ahí; es nuestra oportunidad para hacer uso de ella.
Así, cuando aprovechamos la crisis para reflexionar, hacemos como el viejo burro al que intentaron enterrar vivo en un pozo. Según cuenta un antiguo relato, un día el burro de un campesino se cayó en un pozo, al no poderlo sacar, intentaron enterrarlo; el animal, en lugar de permitir que las paladas de tierra lo sepultaran poco a poco, se movía de tal forma que la tierra que le tiraban se iba depositando bajo sus patas. Al final, el nivel del suelo había subido tanto que había cubierto el pozo, por lo que el burro pudo salir de un brinco, feliz y resuelto.
¿Qué hubiera sido del animal si, en vez de afrontar el problema, hubiera permanecido inmóvil sintiéndose maltratado injustamente?
Cuando estamos en el interior del pozo, pensamos que nunca volveremos a ver la luz. Pero la luz siempre está fuera, esperándonos. La vida va a echarte tierra, de todo tipo… El truco para salirse del pozo es sacudírtela y dar un paso hacia arriba. Cada uno de nuestros problemas es un escalón hacia arriba. Si buscamos, siempre encontraremos la manera de salir adelante.
Es muy importante recordar que:
«No es posible asegurar el futuro. Sólo es posible perder el presente».
Aunque suene a conocido, es verdad que nada dura eternamente en esta vida, ni lo bueno ni lo malo. La vida no se detiene, y las crisis abruptas nos lo demuestran, pues, ante nosotros, aparecen nuevas opciones. Siempre que acaba un cuento, puede empezar otro. Nadie nos garantizará que el siguiente será mejor que el anterior, pero seguro que será diferente, nos enseñará cosas nuevas y nos permitirá experimentar vivencias distintas. Además, y sin lugar a dudas, nos habremos hecho personas más sabias. Por eso «no importa lo que nos suceda sino como reaccionemos».
«Todo el mundo quiere vivir en la cima de la montaña, sin saber que la verdadera felicidad está en la forma de subir la escarpada».
«La vida no será la fiesta que todos deseamos, pero mientras estemos aquí, debemos bailar» .
La felicidad tiene que comenzar contigo y desarrollarse en ti. Nadie, atiéndeme bien, ninguna cosa y ninguna relación puede crearla, solo TÚ.
No olvides sonreír y contagiar al mundo con el virus de la felicidad..
GRR