Han transcurrido un poco más de dos meses desde mi primera carrera (Lo que aprendí en un 5K) y esto solo impulsó el deseo de participar de alguna que otra, y como una meta personal, me propuse al menos correr 6 carreras este año.
Desde febrero me estoy preparando para la carrera “Corriendo 6K con Fátima”, una carrera pro recaudación de fondos para la parroquia del mismo nombre. Ya en la carrera anterior había aprendido que lo importante no era la cantidad de kilómetros que faltaran, o llegar a la meta en un tiempo determinado o compararme con los demás corredores. Así que con esto en mente, me comprometí a que la experiencia fuera distinta de la anterior.
Cuando se nos dio la señal, comencé a correr, a mi ritmo, al paso que me había llevado 7 semanas encontrar. El camino me era familiar, pues
es el lugar donde entreno, un sendero plano, asfaltado (la parte exterior del Mirador Norte), además ya mis piernas se habían acostumbrado a ese recorrido, así que me sentí muy cómodo con esta ruta.
Llegando a la puerta 4, en el primer punto de hidratación, nos indican doblar a la izquierda, los próximos kilómetros debemos correrlos por dentro del parque. Lo vi como una oportunidad de apreciar la naturaleza, de respirar el olor de los árboles y ver otros paisajes. La primera sorpresa me esperaba más delante de la marca del kilómetro 2. Un tramo de camino que era un pedregal y algo para lo que no estaba preparado, en mi mente había visualizado un camino completamente plano, sin sorpresas, sin dificultad y es justo aquí donde la carrera se pone buena.
Viendo esta parte de la ruta, me imaginé que más o menos así vivo la vida, esperando que todo sea plano, sin sorpresas, sin dificultades, controlando todas las variables para que las cosas me salgan como yo quiero, pero qué gran error el mío! Precisamente esto es la vida, una carrera, para algunos más larga, para otros más corta, pero sin importar la distancia o el kilometraje, lo cierto es que nada nos libra de encontrarnos pedregales, picos, valles, lodo, en fin, dificultades y en eso es que pienso que radica la belleza de vivir, de cada día viene con su propio afán, con sus propios retos y con sus propias dificultades. Nuestro trabajo como corredores de esta carrera no es cuestionar a Dios por lo que nos pone delante, es hacer nuestro mayor esfuerzo por salir adelante a pesar de las dificultades que no esperábamos, pero que están ahí, que son reales y que nos dan dos opciones, o las vencemos, o nos dejamos vencer. Al final es una elección y cada cual decide qué hacer.
Una vez pasado el pedregal, el sendero húmedo y lleno de hojas secas, alcancé la marca del kilómetro 4, este camino, no muy diferente del anterior me hizo pensar en todas las veces en que me he planteado hacer cualquier cosa, pero por temor al fracaso, renuncio antes de comenzar. Y ahí estaba yo, en mi segunda carrera, faltando poco para la meta y mirando que si bien había que disfrutar el camino, también es justo, una vez que te lanzas por un sueño, disfrutar cada paso que se da, celebrar cada pequeño avance que te deja un poquito más cerca de la línea meta. En ese momento miré mis pies, era perfecto, uno primero, otro después, uno delante, el otro detrás. Poco a poco, paso a paso. Un metro a la vez. Con paciencia, con esfuerzo y dedicación se puede, siempre se puede. Si tan solo fuéramos un poquito más amables con nosotros mismos, habría más personas alcanzando sus sueños y animando a otros a hacer lo mismo.
Kilómetro 5, tramo final de la carrera y el más incómodo, una escalera de piedra, llena de troncos de árboles, desde abajo parece imposible llegar, pero el correr me ha enseñado a ir un poco más allá de mis propios límites, pero también a ser gentil conmigo mismo. Cuando pisé el primer peldaño me dije: “un peldaño a la vez, un pie a la vez, primero el izquierdo, luego el derecho, inhala, exhala, la meta está un poquito más adelante”. Me llené de coraje y subí, me quedé sin aire, y llegaron las ganas de rendirme, pero al ver la señal de llegada, “saqué de abajo” y me puse en marcha hacia mi objetivo. Así que pasado unos 10 minutos luego de la escalera, allí estaba, la tan esperada meta. Crucé, y con la medalla colgando de mi cuello, me felicité, no por haber completado la carrera, sino porque gané un nuevo enfoque de frente a la vida.
Como en las carreras, la vida tiene sus retos, obstáculos y dificultades, de todas formas, si crees en tus sueños y no te rindes, eventualmente, lo mejor llegará.
Esperando ser un instrumento de ayuda para ti,
Happy Running!
Juacko